El pasado 10 de mayo volvimos al Museo de BB.AA y, con éste, son ya 16 años, según le recordó, el mismísimo Director ( Miguel Zugaza) a nuestro Miguel.
Este año los árboles del parque no nos defraudaron, lucían una frondosidad y un verdor espectaculares fruto de esta primavera tan lluviosa; tampoco los pajarillos, que se pavonearon delante nuestro y, por supuesto, los niños, que, aunque más pequeños de lo deseable para esta actividad, lo compensaron con su agudeza.
Esta vez lo que sí nos dio más juego fue el Museo, que nos deleitó con un jarrón lleno de mariposas de Juan de Arellano (Canastilla de flores 1676) en el que pudimos ir deduciendo algo tan sesudo como la interdependencia de las especies de un modo atractivo para los niños:
“¡A ver!, un voluntario; que se aproxime al cuadro, pero a una distancia prudente, sin que nos atraviesen con su mirada los vigilantes de sala. ¿Qué ves ahí? Una mariposa, ¿y allí?, otra y ¿allí? otra, y ¿allí?, otra más; ¿Y por qué creéis que hay tantas mariposas en este jarrón de flores? Por el néctar, dijo uno; por el polen, por el color, por el olor, y así una a una fueron desentrañando todas las artimañas que se han tenido que inventar las flores para eso de la polinización.
¿Y qué pasaría si desapareciesen las mariposas? pues que no habría fruta ni semillas y desaparecerían las plantas; y ¿si desapareciesen las flores?, que no habría mariposas ni insectos.”
Y así, nos dirigimos a la planta primera donde este año teníamos la exposición de Daniel Tamayo, que junto con el Museo han sacado una edición ilustrada en euskera de las fábulas de Samaniego, aquel riojano alavés de la Sociedad Bascongada de Amigos del País, que escribió fábulas universales como “El cuento de la lechera”, “La cigarra y la hormiga”, ¡Qué viene el lobo!, ¿Quién le puso el cascabel al gato?, El “Congreso de los ratones”… a la altura de las de
Lafontaine, Esopo o Fedro.
La cigarra y la hormiga
Cantando la Cigarra
Pasó el verano entero,
Sin hacer provisiones
Allá para el invierno;
Los fríos la obligaron
A guardar el silencio
Y a acogerse al abrigo
De su estrecho aposento.
Viose desproveída
Del precioso sustento:
Sin mosca, sin gusano,
Sin trigo, sin centeno.
Habitaba la Hormiga
Allí tabique en medio,
Y con mil expresiones
De atención y respeto
La dijo: “Doña Hormiga,
Pues que en vuestro granero
Sobran las provisiones
Para vuestro alimento,
Prestad alguna cosa
Con que viva este invierno
Esta triste Cigarra,
Que alegre en otro tiempo,
Nunca conoció del daño,
Nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme;
Que fielmente prometo
Pagaros con ganancias,
Por el nombre que tengo.”
La codiciosa Hormiga
Respondió con denuedo,
Ocultando a la espalda
Las llaves del granero:
“¡Yo prestar lo que gano
Con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿Qué has hecho con el buen tiempo?
“Yo, dijo la Cigarra,
A todo pasajero
Cantaba alegremente,
Sin cesar ni un momento.”
“¡Hola! ¿con que cantabas
Cuando yo andaba al remo?
Pues ahora, que yo como,
Baila, pese a tu cuerpo.”
Congreso de los ratones
Desde el gran Zapirón, el blanco y rubio,
Que después de las aguas del diluvio
Fue padre universal de todo gato,
Ha sido Miauragato
Quien más sangrientamente
Persiguió a la infeliz ratona gente.
Lo cierto es que, obligada
De su persecución la desdichada,
En Ratópolis tuvo su congreso.
Propuso el elocuente Roequeso
Echarle un cascabel, y de esa suerte
Al ruido escaparían de la muerte.
El proyecto aprobaron uno a uno,
¿Quién lo ha de ejecutar? eso ninguno.
“Yo soy corto de vista. Yo muy viejo.
Yo gotoso”, decían. El concejo
Se acabó como muchos en el mundo.
Proponen un proyecto sin segundo:
Lo aprueban: hacen otro. ¡Qué portento!
Pero ¿la ejecución? Ahí está el cuento.
La actividad concluye con un taller donde "esos locos bajitos" que cantaba Serrat expresan con los materiales suministrados su vena artística, asesoradas por los adultos que les acompañan en la visita guiada. os dejamos con una muestra de uno de ellos.