sábado, 31 de diciembre de 2022

REQUIEM POR LOS OLMOS


En aras del progreso y para beneficio de la comunidad han comenzado las obras de urbanización y mejora de la Avenida Lendakari Aguirre, a su paso por el barrio de Deusto en Bilbao. Se está procediendo a la tala de 120 olmos, reemplazados en un futuro, por arces tridentes, de procedencia asiática, y que dan mucho colorido a las calles en la época otoñal. En busca de la idea utópica de trasladar el paisaje de nuestros bosques y su pigmentación , amarilla y rojiza al resto de los ciudadanos que no acuden  a visitarlos a los lugares adecuados.

 Una vez más el interés general se impone en la toma de decisiones en materia de arbolado urbano. Los olmos están enfermos. De acuerdo, con esta teoría, pero profundicen un poco más en sus explicaciones. Lo que ocurre es que su mantenimiento anual es costoso para las arcas municipales: podas, tratamiento de posibles plagas, acondicionar los alcorques, levantamiento de aceras,  evitar que sus ramas no dañen a vecinos  y tráfico adyacente.
A lo mejor si se tratara de ejemplares de retoños provenientes del árbol de Guernica, quercus robur, otro acontecer les hubiera correspondido en suerte. Porque sabemos que los árboles y arbustos, autóctonos, no son activos  en el marcado  bursátil. Por lo tanto, es oportuno que la sabia humanidad fluya en la naturaleza y el entorno urbano. Porque como bien dice José Mota:
"Las buenas acciones no cotizan en bolsa".

viernes, 16 de diciembre de 2022

ESCULTURAL OTOÑO


La cuesta de Potongo, en las estribaciones del anillo verde de Bilbao, cercana a los túneles de Artxanda y la Universidad de Deusto, alberga en su tramo final un museo al aire libre de imponentes tallas sobre unos troncos de madera, muy viva.
Un trabajo altruista, voluntarioso y modélico llevado acabo por un vecino del  barrio de Deusto, ya jubilado, que dedica su tiempo a acondicionar el sendero y trabajar con sus manos, tallando los troncos de los árboles caídos. Mono, bisonte, lauburu, estela, cocodrilo, y un búho con doble cara, perfectamente tallado para que por la oquedad de sus ojos penetre la luz solar, en las tardes primaverales. Son algunos de los ejemplos que se pueden encontrar en este tramo. Un entorno donde le roble americano predomina, pero el laurel y otras especies autóctonas también tiene sus espacio. ¿te atreves a visitarlo?

AL FNAL DEL OTOÑO


Comienzan las intensas lluvias, las primeras nevadas aparecen sobre las cumbres de nuestros montes. El Otoño empieza a claudicar. Los frondosos árboles y arbustos autóctonos muestran sus desnudez; sin hojas, sin frutos, esculturas estoicas para sobrevivir al rigor de la estación. No son los únicos que se preparan para soportarla. Los mamíferos de nuestros bosques buscan en la despensa natural sus viandas para sobrevivir. Los hongos agradecen la benevolencia del clima, la humedad propicia sus expansión. Nos beneficiamos de sus bellotas, castañas, hayucos y demás frutos generosos para seguir con nuestra ardua tarea de plantar. De eso es lo que va este video adjunto.

POESÍA VISUAL DEL OTOÑO

 

El color verde va desapareciendo gradualmente y otros pigmentos toman el relevo gracias a los azúcares y otros metabolitos atrapados en las hojas. El ginkgo (Ginkgo biloba) es un magnífico ejemplo de este proceso, ya que sus hojas adquieren una bella tonalidad dorada gracias al ácido 6-hydroxy-kinurénico que refuerza la coloración de los carotenoides. (López Sáez, José Antonio, pags. 32-38, Quercus 296, Oct. 2010).


 

Cualquier rincón de cualquier parque de una ciudad compone una bella estampa otoñal, despertando nuestros sentidos en busca de una instantánea oportuna.

 

Unas 290 especies de 70 géneros botánicos adoptan tonos rojos en otoño, mientras 378 de 97 géneros se tiñen de amarillo. Aún así, resulta sorprendente que la mayoría de las especies no cambien de color en otoño. (op. cit. Quercus  296).

 


Al rojo viran los árboles del género Liquidambar, así  como la vid, numerosos arces y abundantes rosáceas. (op. cit. Quercus 296).

 


En definitiva, los cambios de color que ocurren durante la senescencia foliar están relacionados con la movilización de nutrientes y su reabsorción por las células de las hojas, normalmente bajo situaciones de estrés biótico y abiótico. En cualquier caso, senescencia y abscisión (caída de la hoja) son adaptaciones de los árboles frente a días más cortos y temperaturas más bajas, cuando el coste de mantener las hojas es mucho mayor que el beneficio que pueda reportar la fotosíntesis. (op.  Cit.  Quercus  296).

     

Contamos con tres elementos imprescindibles de nuestros bosques durante la estación otoñal: la agalla, la bellota y la hoja marrón del roble caído. Si recolectamos cientos de miles de bellotas como la de la imagen, podemos ir repoblando nuestros bosques autóctonos de especies adecuadas a nuestra latitud. Los plantabosques no descansamos para alcanzar nuestro cometido.


 

Observamos este pequeño bosque teñido por un arco iris de colores con distintas especies de árboles. La estampa otoñal podía haber sido capturada en cualquier bosque caducifolio de nuestra región atlántica, sin embargo, es claramente perceptible desde la Universidad de Deusto.


 La explicación usual ha sido considerar que los tonos otoñales son consecuencia de la propia senescencia de las hojas, es decir, un carácter secundario que en ninguna manera es adaptativo. No obstante, este punto de vista ignora dos hechos fundamentales. En primer lugar, la caída de las hojas no está relacionada con las tonalidades llamativas. De hecho muchos árboles mantienen sus tonos verdes o apenas adoptan el marrón típico de la muerte celular, e incluso entre individuos de una misma especie algunos colorean sus hojas y otros no. Abscisión y senescencia podrían ser preadaptaciones al fenómeno del colorido otoñal, pero no son la misma cosa. Y, en segundo lugar, los tonos coloreados no son el efecto de la degradación de la clorofila, sino que proceden de nuevos pigmentos sintetizados en otoño, lo que implica un coste energético y no pueden por tanto ser un efecto secundario de la senescencia.(op. cit. Quercus  296).


 

Adaptar una tonalidad llamativa en otoño tuvo que responder a una ventaja adaptativa en los vegetales o, de lo contrario, no habría perdido su tiempo evolutivo en un esfuerzo tan peculiar. (op. cit. Quercus 296).

 



La perspectiva de la toma, adaptando el rol de una hoja caída encuentra una composición distinta contrastando con el verde del follaje del fondo, es lo que tiene el otoño.


 

Los árboles son muy generosos con aquellos que los respetan y los cuidan. Es época de recolectar los frutos que estos nos obsequian como el de la imagen, la castaña desprendida del erizo que la resguarda y cobija.

 Durante el otoño, el color rojo está presente en casi un 10% de los árboles caducifolios de las regiones templadas, mientras que el amarillo domina en el 15%. El roble americano (Quercus rubra) elige el rojo, mientras que otros muchos congéneres europeos (Q. pyrenaica, Q. robur) se inclinan por el amarillo. (op. cit, Quercus 296).