No muy lejos de la costa, en la localidad vizcaína de Berango caminando por la zona agreste del municipio nos asomamos a un enclave de madroños, bortales que conviven en dura competencia con otras especies: robles, sauces, mimosas, encinas, aligustres, avellanos, abedules, laureles y algunas hayas dispersas.
Un detalle de la hoja de color verde mate en el envés y verde oscuro y lustroso en el haz. Caracterizadas por ser perennes, simples y algo coriáceas, oblongolanceoladas y casi enteras o aserradas.
Paralelo a nuestro trayecto discurre la ruta dolménica de Munarriko Landa en el cordal que une Berengo con Sopelana, que cuenta con 7 testimonios de la arquitectura funeraria empleados como enterramientos colectivos.
Su fruto es una baya de entre 10-12 mm de aspecto globoso y verrugoso que adquiere una tonalidad rojiza. Son comestibles y contienen alcohol lo que se recomienda cierta prudencia al ingerirlos cuando están maduros pues producen embriaguez.
Prefiere un clima suave, sin fuertes heladas, mostrándose indiferente al sustrato, aunque prefiere los suelos algos frescos y profundos siendo su precedencia del Sur de Europa.
Sus flores son hermafroditas agrupándose en panículas de 4 a 5 cm, colgantes situadas al final de la rama. De color blanca teñida de rosa o verdosa. Como anécdota en el árbol aparecen simultáneamente las flores del año y los frutos del año anterior, durante el otoño.
Pinos y eucaliptos son fuerte competencia de esta especie dentro de este hábitat observado. Como se muestran en las instantáneas, aunque el madroño se arraiga con fuerza en el terreno sujetándolo con gruesas raíces.
Como nos ocurre en numerosas ocasiones no transitamos solos por estos parajes. la deyección de la imagen superior denota la presencia de fauna en el territorio. ¿Adivináis de que animal se trata?
Abandonamos el trayecto y de regreso a nuestro vehículo contemplamos la primacía del bosque invernal en esta postal adjunta.