"La vida es como un campo minado de sonetos" dice el escritor local Joël López. Un alambique que destila sentimientos, añade quien suscribe estas líneas. Sobre todo cuando uno pasea por el parque de Dª Casilda en Bilbao a primera hora de la mañana de un sábado y obtiene la instantánea superior. Una figura esbelta. Quieta con sus largos brazos, rígidos y retorcidos. Esperando el tránsito de personas que apenas se detienen a contemplar su pose otoñal pleno de colorido.
Un punto de encuentro donde los arces, los fresnos, los robles y cerezos se erigen en protagonistas de la conmemoración del Día de los bosques autóctonos. Instituido por ARBA la vieja, ha sido posteriormente adoptado por otras asociaciones naturalístas y ecologistas como símbolo conjunto y complejo, capaz de englobar varios ideales.
La fecha se elige principalmente porque señala el inicio de la temporada real de plantaciones de árboles, temporada que, según los años, puede haber empezado 15 o 20 días antes y que llegaría hasta el mes de marzo, momento que nunca se debería superar, así que con esta fecha también se pretende enseñar que no es la primavera la mejor época para la plantación de árboles, como piensa una gran parte de la población.
Agrupados, juntos pero no revueltos viajaran en el tiempo con un destino claro: desactivar nuestro potencial arrasador y restaurar la creatividad de la Naturaleza.
Caminando pausadamente por el perímetro del parque observo este ejemplar. Muda su pelaje, del verde oscuro al rojo cobrizo, casi ocre y entremezclado con un verde pálido. Se convierte en el candidato apto para engalonarlo en la próxima Navidad. Con una presencia y tono diferente a la que nos acostumbran poblando nuestros barrios , calles y centros comerciales de árboles gigantescos, casi monumentales, de un verde plástico que sólo disimula las luces brillantes que lo adornan. Nuestra capacidad para olvidar las formaciones arbóreas del planeta y facilitar un aprovechamiento racional de la ingente cantidad de materias, recursos, servicios y principios activos que acompañan a la productividad biológica de las arboledas resulta a veces asombrosa.
Su imagen puede resultar retorcida en determinadas ocasiones. Pero no conviene olvidar que los bosques nos proporcionan unas condiciones de vida que disfrutamos todos los inquilinos del planeta con independencia de donde quede nuestro hogar; en el hemisferio norte o en el sur. Son los auténticos notarios y testaferros para la mayor parte de los ciclos y procesos ecológicos del planeta.
Testigos de estas reflexiones y otras teorías han sido las personas que se han acercado a nuestro tenderete particular instalado en el parque. Agradecerles desde aquí su presencia y su rúbrica para salvaguardar de intereses comerciales el último reducto de bosque mixto autóctono que sobrevive en la localidad de Usansolo.
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