La red de las Vías Verdes e los Montes de Hierro surgió con el propósito de enlazar las dos Vías Verdes existentes en la comarca de las Encartaciones:La Vía Verde Itsalur y la Galdamesa. Ambas tienen en común su origen eminentemente minero, vinculadas a la extracción de un mineral de hierro de gran calidad cuyo prestigio recorrió Europa hace siglos.
Comenzamos el recorrido en el barrio de la Aceña (Galdames) en dirección Sopuerta. En este punto, confluían en su época los vetustos trazados del ferrocarril Sestao-Galdames y el Castro-Traslaviña. Dispone este barrio de un hermoso paseo fluvial , alrededor de las minas Tardía y Berango. Que en la actualidad se ha convertido en un área de ocio y esparcimiento, con mesas y parrillas para disfrutar del día. Y un coqueto embalse donde tirar la caña en busca de truchas.
Estamos en un buen momento para pasear e impregnar nuestros sentidos del dulce aroma que desprende las flores, tantos de los árbustos como las silvestres que crecen a ambas margenes del camino.
Lo mismo le sucede a esta Limonera (Gonepteryx rhamani) que aprovecha el día para libar un néctar que le permita saciar su hambre.. Se trata de un ejemplar dotado de una curiosa capacidad mimética. Ya que a su color verdoso le une la morfología especial de sus alas, y cuando reposa entre la maleza, parece una hoja porque imita perfectamente sus colores, nervios y forma.
Apenas transcurridos unos quinientos metros desde el el parking nos topamos con este ejemplar maduro de olivo. Agarrado sus raíces a las entrañas del suelo firme en el que habita nos sirve como símbolo de los secretos que nos aguaran a lo largo del itinerario. Un verdadero libro de interpretación de la Naturaleza que moldea el paisaje, que antaño, fue de hierro, forjando la vida y el carácter de los habitantes de esta tierra.
La aguileña (Aquilegia vulgaris) con sus espolones fuertemente corvados se mostraba omnipresente en el recorrido. Más esbeltas unas, más apagadas otras, emboscadas con las herbáceas daban colorido al paisaje matinal.
Frondosos árboles tapizan nuestras miradas, ocultando el curso del río que transita a nuestros pies. Los alisos (Alnus glutinosa) hunden sus raíces en la orilla del cauce del río, sujetando el terreno. El verde se convierte ahora durante el verano en el color predominante del paisaje. Tupido y cerrado el camino paralelo al arroyo se hace en algunos tramos intransitable para los humanos. No es el caso de la Vía Verde que se mantiene libre de obstáculos, cuidada y adecentada para el tránsito de peatones y ciclistas por su entrañas.
Los túneles de diferente tamaño y construcción a los de antaño permiten el paso para los humanos y animales por debajo de la red de carreteras que comunican este enclave vizcaíno. Quedan aún presentes algunos originales que al adentrarse en ellos permite rememorar con cierta nostalgia lo acaecido en épocas pasadas.
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