Auténtico vergel esta localidad situada al Sur de Cantabria. Verdaderas ganancias netas de Biodiversidad nos recompensan con un recorrido matutino para descubrir su patrimonio:
natural, etnográfico, histórico, cultural.
Raro resulta no detenerse a observar las yemas de los árboles, protagonistas principales de nuestra excursión. El rebollo, Quercus pyrenaica, muestra su desnudez en este entorno. No se observan los brotes tiernos incipientes propios de la estación primaveral.
Curioso el encuadre de la fotografía superior. En las zonas altas, las frondosas ocupan el terreno. Más abajo, un pueblo irrumpe como una barrera arquitectónica sobre el paisaje. Los prados de siega y propiedades privadas le secundan en un nivel inferior. En primer plano los quercus dominan la instantánea.
El color ocre predomina. Las pocas hojas marcescentes aguantan el rigor del clima frío de la región. Mantienen la compostura ligadas al árbol. Una peculiar característica de esta especie de roble para dotar a sus ejemplares de una entrañable notoriedad.
Rastros sobre nuestras pisadas, en el terreno y en el cartel indicador que nos guía que caminamos por la dirección correcta. Acompañados de un silencio estremecedor, roto por los cantos de las aves que habitan en el bosque.
Agrupados para ser inmortalizados en un alto de la ruta. Sobre sus espaldas, el rio Ebro fluye ajeno a sus andanzas. Sus aguas caudalosas transportan el agua proveniente del deshielo y de las precipitaciones de los últimos días.
El reflejo de la pequeña charca es el mejor espejo de nuestro bosque de rebollos. Las anátidas, durante el invierno, encuentran sustento y refugio en este pequeño oasis que les permite descansar en su larga trayectoria de emigración.
Las flores tambien empiezan a esquivar nuestras pisadas. La pulmonaria, pulmonaris officinalis, se muestra dispersa en algunos tramos del recorrido. Por otra parte, la hepática, hepática nobilis, como la de la fotografía inferior empieza a mostrar sus encantos: pendúnculos y peciolos pubescentes.
Reminiscencias cinematográficas nos sacuden al llegar al roble de tres pies. Una auténtica "catedral viva" en palabras de uno de los presentes en el itinerario. Un notable ejemplar de quercus petraea, con cierto parecido al de la película Un mosmtruo vino a verme de Bayona.
Sobre su porte se distinguen ciertos rasgos de un rostro demacrado por el transcurso del tiempo. Sus ramas, a modo de brazos, se alzan todavía vigorosas, aunque las últimas nevadas le han hecho desprenderse de alguno de sus tentáculos. Su diámetro imperial, de considerable calibre y una altitud elevada como se puede apreciar en la comparativa con el ser humano.
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