Tres premisas básicas, las de este encabezamiento, para salir a contemplar la Naturaleza. Y más si lo que se pretende es acercarse al último reducto de bosque autóctono que sobrevive en la localidad de Mungia. A tan sólo dos kilómetros del núcleo urbano, rodeado de un polígono industrial e infraestructuras de vías rápidas.
Sorprende relativamente, que al comienzo del trayecto paralelo al arroyo Trobika, la idiosincrasia de los que llevamos 18 años en la brega en defensa del bosque autóctono por estas latitudes tiene su prolongación en este municipio. No importa de quien sea la iniciativa. Pública o privada. Municipal o voluntariosa, pero que alguien decida restaurar el margen del arroyo, que por cierto coincide con el comienzo del trayecto, merece toda nuestra aprobación. Arce, espino albar y avellano empiezan a poblar el camino. La aliseda cantábrica se nutre de variopintos ejemplares, unos plantados y otros longevos arraigados sobre las margenes del cauce.
Predominan los avellanos, fresnos, arces, tilos, sauces, alisos, pero también se distinguen liquidámbar, cornejo, roble y catalpa. Un verdadero ejercicio de identificación de especies en apenas un paseo de un kilómetro. Conviene recordar a los que no conozcan el terreno que el 50% de la superficie del municipio son repoblaciones de eucaliptos y pino radiata, es decir, cultivos forestales.
En este oasis vegetal los, insectos, mariposas y libélulas, como la de la imagen superior encuentran sus paraíso. No son apenas observadas, ni molestadas por los que circundan sus dominios.
Se respira tranquilidad. Rota por el ruido de los motores de los coches que circulan próximos al camino. También el señor del bosque, el arrendajo emite sus sonido peculiar alertando a los moradores del terreno de la presencia de extraños por sus dominios. Las cerezas están en su punto óptimo de recolección. Los frutos rojizos y carnosos son apetecibles a estas horas matutinas.
La cubierta vegetal se va cerrando. El sendero se vuelve oscuro, silencioso y de un color verde oscuro. Los árboles y arbustos que lo delimitan ponen de manifiesto su relevancia; no tenemos límites y si no se interviene, año a año, conquistamos terreno.
A un lado, sin querer llamar la atención, una efímera rama de olmo nos da la bienvenida. Partida, cuelga su peso, prolongando su existencia en pleno dominio del bosque de Morterondo. Algunas de las especies que lo constituyen son: Sorbus torminalis, Salix x rubens, Salix atrocinerea, Salis fragilis, Populus tremula, Prunus spinosa, Pyrus communis, Quercus robur, Prunus lusitanica, Juglans regia, Fagus sylvatica, Laurus nobilis, Ligustrum vulgare, Populus alba y Populus tremula entre otros.
Tomando un pequeño desvió, cruzando el polígono industrial,en dirección hacía la ermita de San Antonio Abad, el concepto de basuraleza aflora en el terreno. La " chispa de la vida" emerge entre la floresta de la Robinia pseudoacacia y una gramínea.
Sin prisas pero con pausas para asimilar lo observado, las pocas flores que aún pueblan las praderas de este lluvioso verano acogen el vuelo pausado en busca de sustento de la Iolana Iolis. No tiene competencia por este paraje, para saciarse de néctar fresco y natural.
Es hora de regresar. Y lo hacemos con una imagen similar al del comienzo de la entrada. En una campa adyacente a la ermita mencionada con anterioridad, tutores de color verde se camuflan sobre el terreno, albergando en sus entrañas futuros ejemplares autóctonos que repueblen el paisaje natural de esta parte del municipio. Por el momento, tres notables Malus domestica les escoltan con sus frutos generosos indicándoles el camino de la supervivencia.
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