viernes, 21 de diciembre de 2007

OBSERVADOS POR LOS “INMADUROS"


Ataviados con sus mejores “plumajes” de invierno una treintena de inmaduros de una especie en protección, obviamos su identidad para que no sean extinguidos, emprendieron su peregrinaje anual en dirección a Santoña el domingo 16. Guiados por su líder, un ave adulta con su plumaje habitual sobrevolaron los parajes de la costa vizcaína colindante con la cántabra, realizando una breve parada en Castro Urdiales para integrar a una hembra nómada del viento en la bandada.
En apenas cuarenta y cinco minutos de vuelo llegaron al punto de encuentro, el observatorio de la Arenilla, donde se encontraron con una volátil residente.
Parapetados en su refugio empezaron a identificar a individuos de otras especies: las espátulas, representativas de Santoña, se muestran agrupadas, adormiladas en el horizonte, a la espera de recibir los primeros rayos solares: el zampullín chico oteaba la marisma desplazándose y sumergiéndose en busca de sustento; la garza firme, rígida, con su pose estoico componía una bella silueta a media mañana, en dos puntos distintos: posada sobre una valla y camuflada en un pequeño arenal. El cormorán despertaba a la izquierda del observatorio, en la lejanía sobre un montículo; el ostrero, solitario , se entretenía en el limo buscando alimento para desayunar; el andarríos chico se aproxima al fango de la parte posterior del observatorio, cercana al aparcamiento, donde una lavandera blanca transitaba a sus anchas sin inmutarse por su compañía. En ese instante, la atención de nuestros peculiares “pajareros” la suscitó el vuelo del halcón peregrino, que decidió a media mañana detener su vuelo sobre un tendido eléctrico en las proximidades de la carretera que discurre por el observatorio.
Posteriormente, nuestros protagonistas alimentaron su “gaznate” con frutos secos y reintegraron a la bandada a los dormilones residentes para emprender el vuelo rumbo a Montehano.


En este enclave observaron la recuperación de la marisma del convento de Montehano que ha permitido restablecer todas las funciones físicas y ecológicas del humedal, reduciendo en la misma la invasión de vegetación exótica como eucalipto, plumero y chilca. Posibilitando la cría, refugio e invernada de las aves sobre una superficie de 16 ha.
Como es el caso de la Garceta grande avistada al final del dique, con cierto pose desafiante. También, en la otra dirección se cruzaron los negrones , unos patos que navegaban por la marisma en busca de crustáceos y caracoles.
El punto y seguido del vuelo matinal se realizó por la zona del dique, enfrente de las conserveras, donde en la zona ajardinada se toparon con un peculiar ejemplar arbóreo que suscitó la controversia entre nuestros protagonistas. Los partidarios de la acacia plateada o péndula enfrentados a los que se decantaban por podocarpus de la India. Un contraste de informaciones e impresiones que permitió repasar los conocimientos de unos y otros. Más adelante, por la zona cercana al mar, un petirrojo saltaba de rama en rama, mostrándose huidizo ante tanta “avifauna” descontrolada.
La última sorpresa con la que se toparon nuestros “inmaduros” fue el avistado del rascón , refugiado entre la vegetación de la marisma picoteando para alimentarse de gusanos, renacuajos, insectos de agua y batracios.Una llamada por parte del guía de la bandada, fijo el vuelo con destino a Escalante para dar cuenta de los suculentos caldos (zumo de uva procedente de la cosecha riojana) y viandas (judías con moluscos, judías con col y sus oportunos “sacramentos”del hermano cerdo, caldo con moluscos y otros tropiezos).
Por otra parte, la comida permitió conocer de primera mano, al pequeño volantón incorporado a la bandada durante la última invernada. El punto final lo pusieron albergándose en una singular cabaña, cuando comenzaba anochecer, donde cada ejemplar dió rienda suelta a su gula saboreando los combinados e infusiones variopintas que hicieron las delicias de los allí congregados.

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