martes, 28 de octubre de 2008

PASEO POR EL ENCINAR DE SOPEÑA




"LOS SERES HUMANOS SOMOS COMO SOMOS
PORQUE UN DÍA FUIMOS BOSQUE"
JOAQUÍN ARAUJO

Calor,buena gente y predisposición para pasar el día. Volvimos después de cinco años para RECORDAR el itinerario y disfrutar del entorno. Al refugio del roquedo de Sopeña (600 m.) y del Armañón (849 m.), en pleno corazón de Karrantza, se encuentra uno de los encinares con más encanto de Bizkaia, el encinar de Sopeña, característico por su aspecto adehesado y por sus impresionantes ejemplares arbóreos, tanto de encinas como de robles y castaños.
Mayores y pequeños comprobamos in situ, que un bosque es algo más que una serie de árboles dispersos. La Naturaleza, que en este caso es muy sabia, ha ido cerrando el itinerario balizado y autoguiado que diseñamos en sus tiempo. Los paneles indicativos permanecen donde los dejamos. Otros han desaparecido, bien ocultos por el follaje del propio bosque, o porque los amigos de lo ajeno han dado buena cuenta de ellos.
Entre los que si estaban, son los pequeños embriones de rana, casi medio centenar de ellos, flotaban en un pequeño charco artificial en un punto del camino. Al igual que el rusco, acompañado al porte de árboles de cierta envergadura que le protegen de las malas intenciones de los depredadores del bosque. El acebo con sus bolitas rojas, manifestaba su esplendor y colorido, el aliso a la entrada del sendero, no nos sorprendió por sus ubicación. Al que no vimos fuimos al manzano silvestre, que empezará a dar retoños por estas fechas y seguro que tienen quién se lo agradezca.
Al igual que los castaños, otorgándonos sus frutos generosos para combatir este gélido clima invernal que nos ha llegado con antelación. Los quercus robur, mantienen la compostura y también sus rasgos característicos. Entre la úmbría del encinar descubrimos la transformación del hongo en seta, una verdadera demostración empírica de la propiedad asociativa que pervive en la Naturaleza.
Los árboles muertos, siguen cobijando microorganismos, setas y yescas, mostrándose sufridos áun después de haber sido nuestros pulmones a lo largo de infinidad de años. Las encinas, algunas verdaderos bodegones naturales, con sus ramas retorcidas y su tronco hendido. Le acompaña en la zona abierta, el quitameriendas, último vestigio de que el calor dejará paso a otras temperaturas mas frescas.
Por último,pequeñas huellas marcadas en el barro del sendero, denotan la presencia de ciervo, al igual que el zorro, descubierto por la presencia de sus excrementos, pero esto tiene su continuidad en una proximidad actividad de nuestro grupo.




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