domingo, 19 de septiembre de 2010

LA RESPUESTA ESTÁ EN EL TEJO

Texto documentado sobre unas reflexiones de IGNACIO ABELLA.
Lo que os voy a referir tiene relación con el anciano de los bosques, el tejo, y la infinidad de tradiciones y leyendas que han germinado a su alrededor. Intento desgajar aquí tan solo un puñado para hacernos una idea del alcance y significado de esta antigua relación de los hombres que vivieron en los bosques o junto a ellos y obtuvieron de este árbol mucho más que los beneficios y productos materiales que les proporcionaba.
Son muchas las propiedades y cualidades que entre las distintas culturas, se cuentan sobre el tejo. Entre las que sobresalen las siguientes características: radicaban en aspectos como su asombrosa longevidad, la capacidad de rebrotar incesantemente aún después de caído, el follaje perenne, la dureza pétrea de su madera y su increíble elasticidad, el color rojo intenso de este material que en las heridas recientes cobra un aspecto sangrante, y su potencia letal que reside en todas sus partes salvo en la envoltura roja, carnosa y comestible de su semilla negra.
La belleza única de cada tejo, que se eleva como una retorcida escultura modelada por el tiempo y la roca en que se sustenta, los vientos que dominan, la ancestral memoria que portan sus genes.

Tejo de la Iglesia de Carande (León)
Las relaciones tradicionales con este árbol y un sin número de centros sagrados en los que el imponente y sombrío tejo, ha sobrevivido alcanzando edades de vértigo, junto a ermitas, iglesias, abadías, cementerios, castillos y casas humildes y cualquier lugar en el que los hombres han experimentado la urgencia de renovar la antigua alianza, tal como se continua haciendo en algunos lugares de España. Como curiosidad, la expresión "tirar los tejos" (hacer insinuaciones amorosas a una persona), procede de la antigua costumbre de algunos pueblos en que las mozas arrojaban semillas de tejo sobre los chicos casaderos, para buscar marido.
Como muestra, valga la asamblea o concejo de vecinos, los juicios y las fiestas, las reuniones de todo tipo que se hicieron hasta ayer mismo bajo la frondosa copa, junto al tronco inmutable, al amparo del árbol más viejo, el tejo sagrado.


Tejo al lado de la Ermita de Nuestra Sra. del Rosario en Riaño
(León).
Así la denominación del tejo japonés Ichi-i, tiene un significado de rango social supremo y el cetro del emperador japonés estaba hecho de esta madera.
Idéntico rango y concepto de árbol jefe lo atestigua una ley irlandesa (Brehon Law) que establece las distintas multas por derribar árboles, su cuantía dependía de la importancia o rango de los mismos. En este caso el tejo compartía la jefatura con otros seis ‘árboles jefes’. En otra antigua ley galesa es el ‘consagrado tejo’ en solitario el que encabeza el orden de importancia con una libra de multa por cortarlo. Curiosamente la palabra agin que designa al tejo en euskera tiene su exacta concordancia en el verbo agindu: ordenar (en el sentido de mando), prometer.
Reseñable relatar como la costumbre bretona de entregar una ramita de tejo al que triunfaba en los juicios y pleitos que se dirimían bajo los tejos sagrados o las numerosas prácticas y creencias que recogimos alrededor de este árbol.
En la tradición céltica es un arma terrible que solo pueden apaciguar el caldero o la copa. Su origen, parece ser un astil de tejo recién cortado, rezumando savia y por tanto mortífero con un simple roce. La superioridad de este arma respecto a las envenenadas normalmente, radicaría en su permanente toxicidad hasta que la madera dejara de exudar savia.


Corte en rama del Tejo de la Iglesia de Trabazos (León)
Por otra parte, no es solo una cuestión de vejez sino de la eterna juventud que el tejo representa simbólica y físicamente, con su hoja perenne y su capacidad de rebrote en las condiciones más adversas.
Otra teoría a considerar, al aproximarnos al ser enigmático de imperturbable silencio y extraordinaria elocuencia, al que susurra e inspira, al que se encuentra arraigado en el punto crucial, ese ombligo que une nuestra realidad limitada con el infinito universo del más allá.


Detalle del Tejo de la Iglesia de Trabazos (León)
La edad es sin embargo esa cualidad añadida que incrementa su potencia vital y espiritual.
Su longevidad superaría incluso la de la secoya y los famosos pinos norteamericanos (P. Aristata), de los que se han datado ejemplares con más de 4.300 años. Se basan en las investigaciones de Allen Meredith, que estima en 5.000 años la edad de los tejos de Llangennyw, de Discoed y Fortingale.
Además de la “sangre y carne roja” de este árbol, esta otra peculiaridad, la de plantarse tradicionalmente en los cementerios o practicar enterramientos a sus pies, lo acercan de nuevo al hombre en sentido simbólico de resurrección y renovación de la vida y también por cuanto se alimenta y “hace” de cadáveres humanos. Incluso más allá de esta materia prima que conformaría su cuerpo, existen tradiciones según las cuales éste árbol plantaría una raíz en la boca de cada difunto.



Tronco robusto del Tejo de la Ermita de Noceda de Cabrera

Ya se citado la cualidad de su hoja perenne, rasgo que por otro lado comparte con otras especies. Su facultad de rebrotar después de rayos, podas o caídas es sin embargo asombrosa, que aún caído, en posición horizontal, conserva las raíces que le permiten no solo sobrevivir, sino rehacerse enteramente, convirtiendo sus ramas laterales en ejes verticales y levantándose así literalmente del suelo.
Podríamos concluir que “un mismo tejo” pudo vivir milenios en el mismo lugar renovándose a través de esquejes en una alianza con el género humano que lo haría verdaderamente inmortal.


Tejo singular de la Ermita de Noceda de Cabrera (León)

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