Recuperemos las memoria. Corría el año 1886 y los responsables de infraestructuras de la época tenían la necesidad de comunicar la metropoli de Bilbao con las anteiglesias de los municipios de Begoña, Derio, Zamudio y Lezama. Contentadas todas las partes en 1894 entra en servicio el tramo de ferrocarril de Begoña a Lezama. Ampliando su servicio dentro del mismo año desde Bilbao a Lezama. La fatalidad se adueño del ferrocarril ese misma fecha. Un fatídico siniestro a la altura de las calzadas de Mallona en Begoña se saldó con la vida de 13 baseritarras que acudían a la capital a vender los productos de la huerta. Desde entonces se buscó una alternativa que salvara el elevado desnivel de la subida a Artxanda, quedando en desuso el trazado primigenio. El último trayecto que realizó este tren, según cuentan las crónicas, data de 1897.
En la actualidad se pueden recorrer paisajes y parajes por donde transcurría la vía. En este caso iniciamos el recorrido en esta pista asfaltada en el barrio de Larrondo en Loiu, por donde se presupone que iba el trazado del ferrocarril. Continuamos hasta el final de la misma para adentrarnos en el bosque, paralelos a lo que fue el trazado, hoy en día conquistado por la vegetación exuberante que ha colonizado el terreno. La falsa acacia y los avellanos predominan en el entorno. Aunque algún acebo escondido resplandece sus hojas ajeno al trasiego de los visitantes.
Superado el obstáculo de la fotografía, cambia rotundamente el paisaje, entramos en un zona de cultivos forestales de pinos privada para asomarnos a un pequeño balcón orográfico, en lo que se supone había un pequeño puente por debajo del que circulaba el tren.
La tupida cubierta vegetal de este árbol proporcionaba sombra a los caminantes. Este y otros ejemplares nos dieron sombra en gran parte del recorrido a pesar de la elevada tasa de humedad que se respiraba en el ambiente. Empapando de sudor nuestras vestimentas y accesorios.
El caudal del arroyo se presentaba excaso. Un fino hilo de agua como la de la imagen mostraba a sus margenes a alisos y sauces que agradecían la humedad reconfortante que este les proporcionaba. Continuamos nuestra travesía pararlelos a su curso hasta desembocar en otra pista asfaltada. A la altura del puente que cruza el arroyo giramos de nuevo a la derecha para adentrarnos de nuevo en el bosque, salpicado de manchas de roble, roble americano y algún que otro abedul disperso según ganabamos altura.
No nos encontrabamos sólos en nuestro paseo. Como muestra la huella de la imagen anterior otros mamíferos también transitaban por este encantador vergel. ¿De quién se trataba? En un improvisada charca, formada por la retención de las aguas de la lluvia en el camino, pequeños anfibios llegaban a la vida en una importante muestra de biodiversidad.
Improvisados dinteles y arcos como el de la fotografía superior nos recibían con espontaneidad al caminar por este espacio. Los fresnos, la rama inclinada de algún roble simulaba abrirnos la puerta a este paraiso natural, un tanto desconocido para los que circulabamos por él. Pequeños taxones de arce y algún que otro espino albar disperso resistían en la profundidad del entorno.
Apretando el paso a un buen ritmo, sin apenas darnos cuenta estabamos en el camino de San Roke, en Sondika. Nos encontrabamos muy cerca de nuestro destino, la boca del túnel. Pasabamos al lado del depósito de agua y continuabamos por una pista de gravilla. Lo que nos permitió descubrir ejemplares de castaño que nos servirán de despensa para el otoño próximo.
Al transitar al lado de una vivienda familiar encontramos esta flor que pendía de un arbusto. ¿Conoceis su nombre? Seguimos con nuestro paso para desemobocar en un antiguo transformador de la luz, antesala de nuestro objetivo. Seguiamos en línea recta por un estrecho sendero y girabamos a la izquierda para realizar un pequeño descenso donde apreciabamos a lo lejos la inmensidad del túnel.
Los más osados parapetados por la luz artifical de sus frontales iniciaron una pequeña excursión hasta donde la oscuridad y el borde hormigonado del canal que lo atraviesa les permitío su acceso. Cuenta con unos 400 metros de longitud y en su tramo final se encuentra abnegado, imposibilitando su paso a no ser que sea en piragua o a nado. Desemboca en una explotación ganadera cercana al camino de via vieja de Lezama en Bilbao.
Para terminar el recorrido de forma circular iniciabamos un vertiginoso descenso en pleno bosque, en el avistabamos algún ejemplar de rusco entra tanta zarza, helecho y demás estrato arbustivo. Hasta llegar a unas antiguas edificaciones de piedra como la de la fotografía superior, cercanas a un arroyo. Se supone que albergaron una antigua explotación minera con sus edificios colindantes para que descansaran sus trabajadores. Continuabamos con un ligero ascenso para encontrarnos con una pista forestal que sube en dirección al camino Pike en Sondika. Saliamos a éste y descendimos en dirección a la estacion del tren de La Ola, tras pasar por el área recreativa de San Martín. En apenas 3 de horas de tiempo recorrimos los 7 km que quien sabe, si en algún momento pueden convertirse,en el inicio de una futurible via verde en la zona.