En el país de los arboles que en
un tiempo fue la vieja Europa, cada aldea, pueblo o ciudad tenía en el mismo centro un árbol alrededor del cual se
reunían los vecinos: para tomar las decisiones, hacer la ley y la justicia o
celebrar la fiesta.
Este árbol era venerado como un
verdadero santuario, como alma y representación del territorio, de la sociedad,
del mundo. Llamamos Dendrocracia a ese modo de gobierno en el que el tejo, el
roble, el olmo o el moral eran testigos mudos y sedes de los verdaderos parlamentos
que constituían los habitantes de cada pueblo reunidos para gobernarse a sí
mismos y al paisaje que les rodeaba.
La palabra democracia nos viene
del griego Demos que significa pueblo y
cratos poder. El poder del pueblo podíamos decir aunque cualquier parecido
con la realidad sea hoy una pura
coincidencia.
La Dendrocracia es al menos tan
antigua como la Democracia. Apenas tenemos constancia documental de la
tradicional oral y del derecho consutudinario que este sistema representaba.
Aún así, todavía podemos encontrar cientos y cientos de árboles que sobreviven por
los pueblos por todo el arco atlántico europeo dando fe de toda una cultura que
se desvanece. Alrededor de estos tejos, robles, olmos, morales giraba la vida
de nuestros ancestros.
La identificación con el árbol
totémico era , a veces, tan importante que aún podemos verlos en numerosos
escudos como emblema y representación de nuestra sociedad.
Dendrocracia de Ignacio Abella
Escucha al pinchar solbre este enlace Bosque Habitado de Radio 3 del pasado domingo
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