Es Otoño. Caluroso por esta latitudes del norte peninsular. Con posibilidades todavía de mojarse en las aguas del costero Cantábrico. Los ocres, marrones, rojos y cobrizos de nuestras hojas empiezan a cambiar de color. Nuestros árboles autóctonos y los plantados tiñen los bosques de colores llamativos.
Momento oportuno para recolectar. La despensa inmensa que suponen nuestros bosques empiezan a dar los frutos apetecidos para los amantes culinarios. Hongos y setas despiertan
el voraz apetito de los más curiosos. La yesca se agarra al tocón del vetusto árbol en un acto de simbiosis generosa.
El jabalí abandona su refugio en la espesura de las frondosas para refrescarse en la charca. Rastros observados por medio de las huellas constatan la presencia de varios ejemplares por las inmediaciones.
Los frutos generosos de nuestros árboles empiezan a desprenderse de su morada habitual. Tiempo de endrinas, castañas, avellanas, nueces, una variedad indispensable en nuestros domicilios. Pero mucho cuidado, hay que diferenciar la castaña normal, de la loca. Con un erizo espinoso la primera y una forma no tan redondeada como le ocurre a la segunda. En la imagen inferior la loca es la de la derecha. Y su erizo no es tan espinoso con algún pincho que lo protege.
Por otra parte, el pino radiata que domina la superficie del terreno por estas latitudes muestra ligeros síntomas de su enfermedad en esta parte del territorio histórico de Bizkaia.
Para saber más sobre esta plaga leer el siguiente artículo que se publica hoy con este titular: Una plaga de hongos amenaza los pinos