viernes, 19 de marzo de 2021

¿POR QUE DEFENDEMOS NUESTROS BOSQUES?

 

Se acerca la fecha de la celebración del Día Forestal Mundial, el 21 de Marzo y desde este modesto colectivo queremos reivindicar desde estas líneas su conmemoración: 

  • Por nosotros y el resto de las tribus arberas  que trabajan en distintos puntos geográficos peninsulares luchando por nuestros árboles y arbustos autóctonos todos los días del año.
  • Porque si no lo reivindicamos nosotros, otros NO lo harán. Se limitan a actos encorsetados de plantaciones simbólicas de arboles, que en muchos casos su procedencia es dudosa de ser autóctona.
  •  Porque defendemos que un bosque es mucho más que un grupo de árboles, es un lugar donde los seres vivos han evolucionado conjuntamente, interrelacionados entre sí mediante complejas relaciones de interdependencia, desde las cadenas tróficas a la polinización de las flores, las micorrizas o la descomposición de la materia orgánica. En un bosque existen árboles y arbustos autóctonos de diferentes edades y especies, árboles viejos con agujeros que sirven de refugio a los animales y abundante madera muerta que les sirve de alimento. Un bosque es en sí mismo un ser vivo en el que todos sus miembros son indispensables.

  • Porque nuestros bosques  son muy relevantes, ya sabemos todos que purifican el aire, sujetan el suelo, nos proporcionan frutos, madera y papel, zonas de esparcimiento y otros recursos como las setas; pero no hemos caído en la cuenta de que los bosques además de recoger el agua de la lluvia que luego llega a las fuentes, la filtran y purifican, de modo que aquellos embalses que están rodeados de bosques nos ahorran mucho dinero en tratamientos e incluso el agua que bebemos es de mejor calidad. 



Por otra porte, reproducimos la misiva que enviamos a los mass-media  y que adquiere mayor relevancia en esta fecha para satisfacer nuestras demandas.

BASAJAUN NO ENCUENTRAS RESPUESTAS

Rodeado de plantaciones de pinos, eucaliptos, vías rápidas y cemento, Basajaun sobrevive en uno de los últimos reductos autóctonos que aún le quedan, milagrosamente salvado por su fuerte pendiente, suelo rocoso e inhóspito del paraje.

No entiende de grandilocuencias, conceptos científico-técnicos y vocablos complejos que se plasman en ejemplares de papel, que por cierto, provienen de aquella materia prima que él se afana en defender: LOS ÁRBOLES.

Desde su privilegiada atalaya se esfuerza por comprender a quienes solicitan en instancias forales y municipales la necesidad de reforestar con árboles autóctonos, para frenar las presuntas subvenciones a las plantaciones de pino y eucalipto. Le resulta más complejo asimilar la llegada de árboles procedentes de otras latitudes, costosos por su transporte, colocación y de difícil arraigo en su lugar de destino. Traga saliva, se muerde la lengua y continua con su azada y su saco repleto de bellotas, avellanas y otros frutos del bosque en su impagada, pero fructífera faena diaria: un acebo para el gélido invierno; un roble aquí; unos sauces y alisos por allá, cercanos al arroyo; un serbal para las pequeñas aves y un diminuto plantón de fresno para que las ovejas puedan cobijarse bajo su sombra en el estío.

Su modesta visión del bosque como un ser vivo en el que todos sus miembros son necesarios y del que no conocemos ni una mínima parte de sus imbricadas relaciones ni de las aplicaciones que nos pueden aportar a los humanos, que un día descendimos de los árboles. 


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