"Quien ha aprendido a escuchar a los árboles,
ya no desea ser un árbol.
No desea ser más que lo que es”.
Herman Hesse El viandante
“Todo vendrá con la edad. A los veinte años, no es tiempo de ser mojigato”.
Molière
Andaba buscando en el baúl del trastero, una tarde gélida y primaveral, viejos recuerdos de épocas pasadas.
Rápidamente apartecieron ante mis ojos unos legajos que cautivaron mi atención.
Brevemente mi vista cansada se centró en el primer epígrafe del texto que sostenía en mis manos:
“El arbolito que vas a plantar hoy, tiene casi la misma edad que tú. Nació hace algunos años de una semilla que fue plantada en un vivero (los viveros son como la «guardería» de los árboles)”.
Allí comenzó siendo una plantita que necesitó de muchos cuidafdos, igual que un bebe, que poco a poco fue creciendo hasta desarrollarse como la ves ahora
Una experiencia plena de ternura, meticulosidad, entusiasmo, vitalidad y dotada de un alto nivel de compromiso personal para que sus raíces dieran el fruto apetecido. Transcurría la mitad de la década de los ochenta y no cotizaba en ningún mercado de valores el entrelazarse las manos, mirarse a los ojos. El vocablo asociación cotizaba a la baja sólo sobrevivía en algunos mercados clandestinos.
Cinco años después la cotización de personas atraídas por este nuevo valor despertaba cierto tipo de interés. Las ganas por rentabilizar el capital humano, pleno de conocimientos, ideas y ganas de materializar proyectos, rentaban en hechos cuantificables (Vivero, nueva sede, folletos, primeras campañas de denuncia, plantaciones, cursos).
El colectivo crecía progresivamente. Pequeños socios invertían mínimas cantidades de su economía que revertían en acciones favorecedoras del Medio Ambiente. Para que quince años después, las raíces iniciales daban origen a nuevos brotes en diferentes lugares peninsulares (txirpiales, robustas frondosas pucelanas, esforzadas semillas tricantinas, nobles rebrotes toledanos, laboriosos caducifolios extremeños y perennes jornaleros de Madrid y su alfoz).
Y por último, sumergidos en pleno siglo XXI, los retoños se multiplican: en Castilla La Mancha, Cataluña, Murcia, Andalucía, quedan pocos terrenos por conquistar. Llega la hora de tender puentes sobre ríos extremadamente caudalosos que separan orillas no necesariamente antagónicas. Por eso, para conmemorar el treinta tantos cumpleaños de la “vieja”, convirtámonos en jornaleros de la gloria. Aunemos esfuerzos para entrelazar esos puentes y evitar que el río nos inunde, lamentablemente afectándonos a todos. Porque el paso del tiempo, el tiempo, sólo hay que vivirlo. ¿Cómo? Como cada uno quiera recordarlo.
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