El sábado pasamos de un bochornoso
calor veraniego, que hizo esconderse a los pájaros en las más frondosas frescas
sombras de los árboles del parque, a la lluvia de tormenta de la tarde, que no
impidió que pudiéramos hacer el recorrido completo.
El domingo, debido al frescor de
las tormentas del día anterior, parecía que los pajarillos de bosque habían
invadido el parque: carboneros, currucas, pinzones, ¡hasta un agateador!.
También pudimos apreciar como un zorzal, malviz, cebaba a los pollos volantones
junto a un tejo.
En el Museo, a causa de las
obras, las otras , las de arte, están un poco escasas, por lo que apenas
tenemos recursos para la actividad, sin embargo, ¡quién lo iba a decir!, una
vidriera nos dio juego.
Es una vidriera de José Arrúe,
que recientemente ha sido restaurada y, que ha sido todo un descubrimiento,
pues pasaba totalmente desapercibida en el euskaltegi Gabriel Aresti de Bilbao.
La vidriera cual cuadro de
combinaciones de colores de cristal, nos impresiona por el ingenio y sentido
del humor de José Arrúe, que, aunque nació en Bilbao y residió en Laudio muchos
años, tuvo contacto en su juventud con las luces y colores de los pintores de París.
Si bien, el tema principal son
unas desvergonzadas bañistas, que escandalizan a una madre/abuela con una niña
venidas del caserío, contraposición entre la sociedad urbana liberal y la rural
conservadora, Arrúe se regodea en las grecas que enmarcan la escena donde
aparecen toda clase de animales marinos: pulpos, calamares, medusas, tortugas,
caballitos de mar, karramarros, peces espadas, hasta otros seres inclasificables
como las sirenas.
Y remarcándolo todo dos tiras de
vidrieras de peces nadando en el fondo del mar en las que sus formas, ya no son
los detalles realistas de la cenefa, sino son tan solo combinaciones de colores
donde las burbujas se transforman en pompas rojas, amarillas, azules.
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