lunes, 12 de noviembre de 2007

El árbol. M.Sánchez. Parábolas como dardos,Ed. Atenas, Madrid 1992, 159 – 160

Cuando aquel niño moreno y menudo le dijo que si quería que le contara una historia, el caminante le miró extrañado y, ante su desparpajo, no pudo menos que sonreír y escuchar.
"Érase una vez… - comenzó lentamente el niño, como si no hubiera hecho otra cosa en su vida que contar cuentos – un árbol que vivía de puntillas sobre el suelo.
Este árbol ponía una sonrisa en primavera, cuando brotaba, y una esperanza callada en otoño, cuando se quedaba desnudo.
Un invierno vinieron unos hombres serios y lo cortaron.
El árbol vio cómo le apartaban de aquel trozo de tierra reseca. Era un árbol fuerte y valiente que resistió hasta en su misma muerte. Y es que él sabía bien qué significa aguantar el azote de la arena que lleva el viento y el soplo helado de la noche que congela hasta la savia…
No dejó escapar ni una sola queja cuando lo cortaron. Tan sólo cayó de él una pequeña lágrima que fue a caer en el hueco que dejó.
Nadie se dio cuenta, pero con el paso del tiempo de aquella lágrima creció otro árbol que también era fuerte.
Un día los hombres que cortaban árboles observaron que el árbol nuevo que había nacido tenía forma de ave. Y quedaron asombrados porque nunca habían visto nada igual.
Y tanto les llamó la atención que se acercaron a él para cortarlo. Pero al ir hacia él, se echó a volar… Temblaban sus hojas como plumas al viento…
Los hombres que cortaban árboles avisaron a un cazador. Disparó… Cayó muerto el árbol al suelo, empapando la tierra con las gotas de sangre que manaron de la herida.
Al año siguiente una arboleda grande crecía en aquel lugar: cada gota de sangre había llegado a ser un árbol, de puntillas hacia el cielo, con las raíces clavadas en tierra para aguantar·".
Cuando el niño terminó de hablar, el caminante, asombrado, le preguntó:
¿Quién te ha enseñado ese cuento?
Mi abuelo – se apresuró a decir el niño.
Y ¿quién es tu abuelo? - Volvió a preguntar el caminante.
Mi abuelo es el árbol en forma de ave al que mataron de un disparo. Yo he nacido de su sangre…
Cuando el niño se marchó moviendo los brazos como si fueran alas, el caminante quedó sorprendido y pensando no sé qué historias del desierto

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