La ruta del Cares clásica se realiza desde Posada de Valdeón (León) hasta Puente Poncebos (Asturias) con un recorrido total de unos 20 km. A un paso adecuado y constante es posible realizarla en un día, si las fuerzas y las condiciones climatológicas nos acompañan, como es el caso. Al llegar a Caín, la sauceda de salix fragilis nos acompaña en el bosque de galería que forma el trayecto del río a su paso por el pueblo. Observamos los pastos de siega y de cultivo en las proximidades del enclave rural y otros reconvertidos en aparcamientos improvisados que proporcinan otro uso y riqueza a sus propietarios.
Estas tierras se encontraban sumergidas en los océanos primitivos hace unos 350 millones de años. Con el transcurso del tiempo se fueron depositando estratos que formaron la caliza de la montaña, esa roca blanca inconfundible que es el componente principal de estos macizos de la Cordillera cantábrica. Se les denomina caliza carbonífera o caliza Dinantiense por haberse originado en ese período. Los fósiles de seres marinos, como los crinoideos, son muy frecuentes localizarlos en algunas zonas del recorrido.
La roca caliza es erosionada por el agua, lo que provoca su disolución y origina un modelado característico produciéndose un complejo extraordinario de redes galerías subterráneas. Río abajo tras Caín, el Cares se encajona entre impresionantes murrallones de roca . Después de cruzar la presa que tapona la entrada, la ruta transcurre por oquedades labradas en la piedra. Todo este recorrido debe su origen al canal de agua que de 1917 a 1924 contruyó la Electra de Viesgo para alimentar la central hidroeléctrica de Puente Poncebos y junto al cual discurre, en ocasiones, la ruta seguida habitualmente.
Durante el paseo por la orilla del Cares y a medida que vamos ganado altura, las manchas de quejigal con tila cordata y el encinar atrapado en las paredes imponentes muestran su presencia a los caminates más observadores.
La fotografía de este panel detalla con enorme precisión la cubierta vegetal que atesora este enclave abrupto y encajonado del tramo del río Cares. A medida que subimos las distintas especies colonizan el terreno luchando porla supervivencia en su hábitat adecuado.
El Aulagar de Genista Hispánica y el Espinar de Berberis vulgaris florecen a diestra y siniestra del recorrido. Pero también encontramos robles, fresnos, olmos y arces, a veces erráticos, otras acompañados de otros individuos de su especie. Así como plantas de pequeño tamaño en prados abundantemente irrigados.
Entre los 1600 y los 1800 metros de altitud, los Hayedos xerófilos y los Aulagares de Genista legionensis colonizan el terreno perceptibles a los ojos de quien posea una buena vista o vaya acompañado de unos prismáticos que le permiten su localización.
En la parte alta de los macizos donde la cabra montesa como la de la imagen y el rebeco campean a sus anchas es posible encontrar algunas hierbas y matorral. Principalmente pastizales de Kobresia myosuroides.
El brezo común, ese arbusto pequeño, frondoso y perenne que inca sus raices en brezales y diversos matorrales de sustitución de distintos tipos de bosques como robledales, quejigares, hayedos y enci
nares.
Esta hoja compuesta que fotografiamos nos sirve para conocer la fotosíntesis de las plantas ante de que se produzca el equinoccio de otoño. En esta estación las especies arbóreas de hoja caduca pierden la misma. Frutos y hojas en descomposición se reencuentran en el suelo produciendo abundante materia órganica que posibilita la aparición de los hongos y la proliferación de las setas. Mientras que con la fotosíntesis por medio de compuestos inorgánicos sencillos y con la eneregía luminosa porcedente del Sol, los organismos autótrofos producen las moléculas organicas y desprenden oxigenos como producto de deshecho.
La mariposa de la ruda necesita alimentarse para saciar su vozar apetito. Recurre a la flor de la ilustración para libar su néctar. La biodiversidad se muestra a raudales en este recóndito camino.
El helecho común necesita de humedad y media sombra para su desarrollo sobre el terreno. Carecen de flores, ni frutos ni semillas, únicamente hojas, las frondas, que cuando son jovenes adoptan forma de cayado y se despliegan a medida que avanza la primavera.
La hierba de San Roberto circundaba por las inmediaciones en pequeñas matas entre las paredes, unas veces aislada y otras más visible como semuestra en la imagen.
Acaso si carecemos de suficientes víveres podemos aprovechar el trayecto para degustar lo que la naturaleza nos brinda. Como es el caso de esta fresa silvestre de porte apetecible y jugoso para saciar el apetito por el momento.
La margarita mayor es una planta perenne que se desarrolla en grandes grupos tanto al borde de los caminos como en las praderas, lastonares y laderas herbáceas. Nos podemos entretener desmenbrando sus petalos en busca del deseo apeticido.
Concluimos con esta planta de color violeta que muestra la riqueza variopinta de flora que podemos encontrar al realizar la ruta. Recordando que en este mundo, por desgracia, cuenta lo que lleves en los bolsillos no en el corazón o en la cabeza.
2 comentarios:
Interesante paseo por la ruta del Cares. Un duda la flor de San Roberto ¿no es de color frucsia?
Un saludo,
Mi favorita la mariposa de la ruda. En realidad es un Macaon (Papilio machaon). En estado larvario o de oruga se alimenta de plantas de la familia de las umbeliferas como el hinojo pero tampoco hace ascos a otras especies como la ruda que pertenece a otra familia.
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