miércoles, 7 de noviembre de 2012

LA NOSTALGIA DEL OTOÑO

Nostalgia: Pena por el recuerdo de algún bien perdido. Así lo define la tercera acepción del Diccionario del uso del español de María Moliner en su edición abreviada. Decididos a recordar volvamos la mirada atrás y recordemos lo vivido el último fin de semana de Octubre en tierras cántabras, en la Hermandad de Campoo de Suso.
¿Qué sería del Otoño si no transitamos por un hayedo húmedo y cromático en busca de nuevas experiencias?
Cuando nos referimos al haya descubrimos que se trata de un árbol que no se adapta ni al frío ni al calor, pero generalmente rechaza la sequía. Ocupa un puesto privilegiado en los bosques europeos, ya sea como especie única, formando hayedos, o entremezclado con el roble. Emboscarnos  en un hayedo nos hace experimentar una serie de sensaciones extrañas a la vista: los troncos lisos y rectos se alinean como las columnas de una catedral;   

                                   

el sotobosque es pobre en arbustos;



 mientras el suelo se encuentra tapizado de hojas muertas;



abundancia de musgo, como planta pionera que coloniza un espacio desocupado como un muro viejo, un tronco de árbol, favoreciendo la llegada de otros vegetales  a los que facilitarán el humus necesario necesario para su crecimiento. Se trata de unas plantas muy primitivas que carecen de raíces, flores, y frutos ni tan siquiera lignina, constituyente químico de la madera, básico para mantenerla rígida. Necesita de la humedad para reproducirse y por eso lo encontramos cercano a las fuentes, a la sombra de  algún tronco donde el agua se evapora lentamente o también en los bosques donde las brumas son frecuentes.


El ombligo de venus florece ajena a las adversidades de la estación otoñal empapándose de la humedad que le propicia el musgo adherido sobre este muro. Es ahora cuando proliferan los hongos que al estar desprovistos de clorofila se nutren de humus y no necesitan luz.




La especie denominada fagus selvatica data de hace aproximadamente unos 700.000 años, pero no ocupa las llanuras de la Europa Occidental hasta 4.000 a.C. donde encuentra los elementos indispensables para su maduración: la sombra y la humedad. La principal característica del haya con respecto a su biología es la referida a que tiene la habilidad de alejar cualquier otra forma de vida, sobre todo en el monte alto.



Los frutos o hayucos, comestibles aparecen en otoño, pero no todos los años con igual intensidad (especie vecera).




También nos topamos con escorrentías naturales, por causa de la incesante lluvia, en el trayecto de ascenso continuo y uniforme. Sobre un sustrato dominado por dolomías y brechas calcáreas se desarrolla  un sotobosque en el que aparecen las plantas mejor adaptadas a este ambiente, como la aspérula olorosa, el rusco o el junquillo del bosque. El haya se muestra como especie monoespecífica dentro del estrato arbóreo apareciendo algunas manchas de avellano y acebo en algún tramo.


Caminamos paralelos al discurrir del río, en ocasiones junto al cauce y en las menos a media ladera. Nos encontramos en la cabecera del Saja que ese día mostraba su estruendoso ruido debido a la abundancia de caudal que transportaba.Componiendo instantáneas impactantes como la de la fotografía inferior.




Otras veces desde este blog hemos mostrado rastros de animales del bosque, principalmente deyecciones y huellas, esta vez hemos tenido suerte, pericia o que estabamos en el lugar y el momento adecuado para observar en primer plano este jabalí a la orilla del río  del Ebro en  Reinosa.




Retratamos  el vetusto Tejo anexo a la Iglesia de la Lomba, catalogado como árbol singular de Cantabria. El tejo es una gimnosperma muy antigua y longeva  que no forma piñas sino unas semillas  carnosas características. Todo la planta, excepto la cubierta roja  de la semilla es tóxica.


 Al atardecer previo al cambio de la hora invernal, la luna iluminaba nuestro paseo por la localidad de Soto adormeciendo el paisaje natural con los colores dominantes del otoño: rojos, amarillos y ocres tiñendo a los árboles de una magia especial.




 Sin embargo, la estación en la que nos encontramos nos proporciona estampas como la de la imagen inferior. Un color predominante sobre la variedad cromática otoñal. Las primeras nevadas que nos hacen hundir nuestras pisadas sobre el terreno en las inmediaciones del Castillo de Argüeso.



Finalizamos nuestro periplo de fin de semana  en la Iglesia de Sta. Mª la Mayor de Villacantid  una de las iglesias representativas del románico en la comarca con preciosos canecillos en su fachada y un portentoso ábside en el interior de la misma. Un atrevido viajero se entretenía en recomponer el arco, quizás, evocando a la nostalgia de tiempos pretéritos.


1 comentario:

Pedro dijo...

Que bien lo hemos pasado bajo la lluvia y a cubierto. Gracias por este reflejo con palabras