Lo bueno que tiene desplazarse con los de “arba extrema” es que no te cansas de aprender cosas nuevas. Lo mismo empiezas el día “mariposeando”, es decir, viendo mariposas ziganeas, cuya peculiaridad es que son nocturnas pero de vuelo diurno. Que concluyes, el fin de semana retozando a la sombra de los chopos que escoltan el curso fluvial del Ebro. El argumento principal que nos reunió en Panizares, enclave burgalés, no era otro que el de conocer su Tejeda. Una primera intentona extremadamente apresurada no localizó el objetivo. Las altas temperaturas mellaron en las cabezas de los aventureros. Una segunda intentona menos extremosa, congrego a seis esforzados de la ruta. Siguiendo la pista de tierra que parte a la derecha de la Iglesia del pueblo, ascendemos en el pinar con la omnipresencia de quejigos y boj a ambos lados del camino. El guillomo atrae nuestras miradas, por su peculiar nombre y su aspecto. Unas peculiares flores llaman nuestra atención, se trata de las zanahorias silvestres, de color blanco pero que en el centro cuentan con unas partículas violetas o moradas que las hacen extremadamente atractivas para los insectos. Pasado un depósito de agua, que dejamos a la dcha.
Continuamos ascendiendo hasta alcanzar un collado. En el descenso nos adentramos en la Tejeda. Alguno de los expedicionarios resulta tan extremoso que con cierta frecuencia abraza a los tejos centenarios que fotografiamos. Entonces surge el momento mágico, como antaño cuando los jóvenes del pueblo invitaban a bailar a las lugareñas lanzando una rama de tejo a sus pies, sólo que estaba vez otro de los viajeros solicita la colaboración del resto, para quedarse en la soledad del bosque. ¿Cómo denominar a esta situación extrema de contacto en la intimidad entre el árbol y el hombre? Fitofilia, silofilia, admitimos nuevos vocablos.
Bajo el manto del cielo y al susurro de las campanas de la Iglesia de Panizares reposamos nuestros cansados cuerpos en una era. Todavía tenemos fuerzas para sorprender a una noctámbula luciérnaga. Y recibir una improvisada clase de astronomía con didácticos profesores.
La clematides, cornejo, aligustre, sauce, chopo, aliso, quejigo, madroño, sauco, tejo, arce, haya y acebo, junto con el rusco son algunos de nuestros acompañantes al peregrinar por el GR 99 que acompaña al Ebro , pasado el pueblo de Valdenoceda el domingo por la mañana. Concluida la visita, sólo queda confiar en que ya queda menos, para la próxima salida de los de “arba extrema”.
Continuamos ascendiendo hasta alcanzar un collado. En el descenso nos adentramos en la Tejeda. Alguno de los expedicionarios resulta tan extremoso que con cierta frecuencia abraza a los tejos centenarios que fotografiamos. Entonces surge el momento mágico, como antaño cuando los jóvenes del pueblo invitaban a bailar a las lugareñas lanzando una rama de tejo a sus pies, sólo que estaba vez otro de los viajeros solicita la colaboración del resto, para quedarse en la soledad del bosque. ¿Cómo denominar a esta situación extrema de contacto en la intimidad entre el árbol y el hombre? Fitofilia, silofilia, admitimos nuevos vocablos.
Bajo el manto del cielo y al susurro de las campanas de la Iglesia de Panizares reposamos nuestros cansados cuerpos en una era. Todavía tenemos fuerzas para sorprender a una noctámbula luciérnaga. Y recibir una improvisada clase de astronomía con didácticos profesores.
La clematides, cornejo, aligustre, sauce, chopo, aliso, quejigo, madroño, sauco, tejo, arce, haya y acebo, junto con el rusco son algunos de nuestros acompañantes al peregrinar por el GR 99 que acompaña al Ebro , pasado el pueblo de Valdenoceda el domingo por la mañana. Concluida la visita, sólo queda confiar en que ya queda menos, para la próxima salida de los de “arba extrema”.
2 comentarios:
Adolfo!
Me gusta más lo de fitofilia, pues lo de xilofilia me de la sensación que está relacionado con el oficio de ebanista.
Buff como se enteren los de Amigos del tejo de mis momentos de intimidad con los tejos...
David.
Aunque pensandolo mejor, suena bien taxafilia.
El mismo de antes.
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