Un acercamiento improvisado en este reducido alcornocal vizcaíno nos introduce en el otoño. Poco a poco observamos como el color de las hojas, se transforma; adquiere tonos amarillos, ocres, más oscuros. Y por supuesto, loas arboles y arbustos caducifolios empiezan a desprenderse de sus hojas.
El acebo llama la atención , con sus bolitas rojizas, frutos generosos del que se alimentan numeras aves. Un reclamo gratificante para satisfacer su buche necesitado de calorías tras incesantes vuelos.
Castañas, quitameriendas y larvas completan nuestra fugaz observación por este rincón, donde la biodiversidad se muestra activa, en un balance positivo que no cotiza en ningún mercado bursátil, salvo el de la propia Naturaleza y sus recursos infinitos.







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