Como Alegoría de idea brillante, la imagen superior no tien precio. La fiebre por plantar en algunos ámbitos académicos e institucionales no tiene remedio. No importa la ubicación, ni la especie, aunque en la mayoría de los casos, se procura adecuarse al clima y especie aducuada a su zona geográfica. ¿Cuántos árboles de los sueños pululan por toda nuestra Península? Aprovechando una campaña electoral, la inaguración de una infraestructura, un Congreso Intyernacional, cualquier argumento es válido para plantar un árbol.
Somos conscientes que con pocos recursos, también se puede contribuir a repoblar. En Euskadi había una tradición de antaño, de plantar un árbol. El nacimiento de un hijo o hija era motivo suficiente. Nogales, fresnos, algún roble, alguna encina, de edades avanzadas son frecuentes encontarlos en las entradas de vetustos caserios. Algunos de ellos catalogados como árboles singulares de la Comunidad Autónoma con el transcurso de los años. Por nuestra parte, unas bellotas son suficientes para ir colocándolas de forma estrátegica, en aquellos lugares para su especie y terreno adecuado.
Las bellotas de robur, petraea, son materia prima enriquecedora para nuestras manos. Un paseo matinal, cargando nuestra mochila, con una cantidad adecuada de ellas, es más que suficiente para ir contribuyendo a las ganancias netas de biodiversidad en nuestro territorio histórico. Pero no sembrando en cualquier lugar. Elegir el sitio, y si no es compatible continuar, no se trata de plantar por egoismo. No importa regresar con ellas a casa si no encontramos emplazamiento adecuado.
Y cuando menos te los esperas, encuentras ayuda extra para nuestra tarea. A veces, un arrendajo, aprovecha la bellota como alimento y su deyección aparece en un lugar lejano al de su primera ubicación. El de la fotografía superior es un petirojo que nos vigilaba mientras trabajabamos. Otros roedores de nuestros bosques tambien nos ayudan. Avellanas, nueces son depositas diferentes a su emplazmiento original. Como sabéis no trabajamos sólos.
