viernes, 28 de agosto de 2009

POR LA RUTA DE LOS ABADES

"SI NO PUEDES CAMBIAR EL MUNDO, CAMBIA TU MUNDO". De la película Contra la pared.

En el ángulo suroriental de la provincia de León, a la vera de los ríos Cea y Valderaduey, discurre esta ruta por Tierra de Campos. Sahagún, San Pedro de las Dueñas y Grajal de Campos son las tres localidades sobre las que versa nuestro recorrido. Para iniciar camino, bueno es degustar las distintas viandas que se dan en alguna de estas localidades. Ciñéndonos a la repostería, es conveniente probar los canutillos elaborados por las monjas del Monasterio de San Pedro de las Dueñas. En Grajal de Campos eran tradicionales la obleas con anises y en Sahagún acompañar el café o infusión con las conocidas galletas de hierro. Para llevar de recuerdo es necesario adquirir los amarguillos que elaboran las benedictinas.
Obviamente estamos en la estepa cerealista por excelencia. La cebada, la avena y algo de centeno resaltan por este paraje. Los girasoles retuercen su figura en busca de calor. En los campos de regadío vislumbramos, maíz, remolacha y alubias. Es muy generosa la huerta en estas lindes: patatas, tomates, acelgas, lombardas, zanahorias, nabos, rábanos, pimientos, guisantes, judías verdes alimentan a muchos lugareños. En cuanto a la vegetación que nos encontramos por el camino mencionar los siguientes: Moreras de cierta envergadura que son la verdadera pasión de los tordos y “pardales”; Acacias de sombra penetrante; Algún escaso ejemplar de “negrillo” que sobrevive a la grafiósis; Cerca del agua, los sauces en su variedad de especies forman sotos, junto con una especie autóctona que ha ido desapareciendo del paisaje leonés, nos referimos al álamo; Los endrinos y los espinos alabares aparecen en los linderos de los caminos. Respecto a las hierbas nos cruzamos con tomillo, tojo, retama, amapola, hierba de San tiago, achicorias, llantén, malvavisco, torvisco y alguna genista.
Los aviones, golondrinas y vencejos sobrevuelan los pueblos y las tierras durante esta estación veraniega. Los tordos y codornices se esconde entre los surcos de la tierra. Cuervos, grajas, urracas, mirlos y estorninos entonan sus cantos componiendo una bella melodía. Entre las rapaces el cernícalo, el águila ratonera, a la caza de topos, topillos y ratones, junto con milanos, lechuzas y mochuelos. Pero las verdaderas dueñas de este entorno son las palomas. Acurrucadas en los palomares que aún no han sucumbido al tiempo o el abandono. Son originales los picaportes en las puertas antiguas con forma de lagarto. Más bien salamandra, animales mágicos que preservaban a las viviendas contra los incendios. También los podemos observar en las campanas de las Iglesias.

En el apartado arquitectónico resulta imprescindible visitar en Sahagún la Iglesia de la Peregrina, aunque está rodeada de andamios y sometida a una exhaustiva reforma de cara al año santo Xacobeo próximo. Las Iglesias de San Tirso y San Lorenzo, presentan las torres más bellas del románico mudéjar. Desde 1170 se constató que los espacios eclesiásticos podían perfilarse también con ladrillo, y a menor coste por lo tanto. Este nuevo sistema de construcción ofrecía menor estabilidad y resistencia que los sillares pero incorporaba nuevos recursos plásticos islámicos a los edificios cristianos. Un nuevo léxico arquitectónico (arcos ciegos, recuadros, cornisas en nacela, frisos en esquinilla) moduló la epidermis de los paramentos y dispensó inéditos juegos de luces y sombras. Recorrer igual mente el perímetro del pórtico clasicista del real monasterio de San Benito. Sin duda, el mayor monasterio español del Medievo que feneció por culpa de las tropas francesas comandadas por Napoleón. Y por último, el convento de las benedictinas y su museo de arte religioso.


En San Pedro de las Dueñas destaca uno de los escasos monasterios benedictinos femeninos españoles con vida de clausura ininterrumpida desde su fundación (973) hasta hoy. Las geometrías del ladrillo, los capiteles románicos, el Cristo pendiente y los coros, junto con la portada del monasterio y el flanco de la Iglesia con su gran torre, son detalles a observar con sumo detenimiento. Además, quien quiera descansar, cuenta el monasterio con una hospedería.

Finalizando el itinerario, en Grajal de Campos no perder detalle de la plaza principal. A la que mira el palacio de los Condes de Grajal. Uno de los mejores ejemplos del Renacimiento en León. La fachada principal lisa con ingreso simple de medio punto, galería mirador de seis arcos. La iglesia de San Miguel de la que sobresale su torre. Y un caserío popular y porticado que son buen ejemplo de la arquitectura secular de esta tierra. De estilo renacentista, sorprende en su interior el habitáculo donde los Condes de Vega podían escuchar la misa desde su tribuna, una habitación del palacio situada sobre el ábside y oculta por rejería.
El castillo es la tercera muestra de arte renacentista en la localidad. La piedra procede de la montaña palentina y está compuesto de un gran cuadrado con cuatro torreones. Los muros están construidos en talud para resistir los impactos de la artillería, y se abren en multitud de troneras de trecho en trecho.
De regreso a la plaza, es conveniente buscar en una esquina un estrecho y lóbrego pasadizo en el que feneció el marido de Doña Urraca, Alfonso I.

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