En el ángulo suroriental de la provincia de León, a la vera de los ríos Cea y Valderaduey, discurre esta ruta por Tierra de Campos. Sahagún, San Pedro de las Dueñas y Grajal de Campos son las tres localidades sobre las que versa nuestro recorrido. Para iniciar camino, bueno es degustar las distintas viandas que se dan en alguna de estas localidades. Ciñéndonos a la repostería, es conveniente probar los canutillos elaborados por las monjas del Monasterio de San Pedro de las Dueñas. En Grajal de Campos eran tradicionales la obleas con anises y en Sahagún acompañar el café o infusión con las conocidas galletas de hierro. Para llevar de recuerdo es necesario adquirir los amarguillos que elaboran las benedictinas.
Los aviones, golondrinas y vencejos sobrevuelan los pueblos y las tierras durante esta estación veraniega. Los tordos y codornices se esconde entre los surcos de la tierra. Cuervos, grajas, urracas, mirlos y estorninos entonan sus cantos componiendo una bella melodía. Entre las rapaces el cernícalo, el águila ratonera, a la caza de topos, topillos y ratones, junto con milanos, lechuzas y mochuelos. Pero las verdaderas dueñas de este entorno son las palomas. Acurrucadas en los palomares que aún no han sucumbido al tiempo o el abandono. Son originales los picaportes en las puertas antiguas con forma de lagarto. Más bien salamandra, animales mágicos que preservaban a las viviendas contra los incendios. También los podemos observar en las campanas de las Iglesias.
En San Pedro de las Dueñas destaca uno de los escasos monasterios benedictinos femeninos españoles con vida de clausura ininterrumpida desde su fundación (973) hasta hoy. Las geometrías del ladrillo, los capiteles románicos, el Cristo pendiente y los coros, junto con la portada del monasterio y el flanco de la Iglesia con su gran torre, son detalles a observar con sumo detenimiento. Además, quien quiera descansar, cuenta el monasterio con una hospedería.
Finalizando el itinerario, en Grajal de Campos no perder detalle de la plaza principal. A la que mira el palacio de los Condes de Grajal. Uno de los mejores ejemplos del Renacimiento en León. La fachada principal lisa con ingreso simple de medio punto, galería mirador de seis arcos. La iglesia de San Miguel de la que sobresale su torre. Y un caserío popular y porticado que son buen ejemplo de la arquitectura secular de esta tierra. De estilo renacentista, sorprende en su interior el habitáculo donde los Condes de Vega podían escuchar la misa desde su tribuna, una habitación del palacio situada sobre el ábside y oculta por rejería.
El castillo es la tercera muestra de arte renacentista en la localidad. La piedra procede de la montaña palentina y está compuesto de un gran cuadrado con cuatro torreones. Los muros están construidos en talud para resistir los impactos de la artillería, y se abren en multitud de troneras de trecho en trecho.
De regreso a la plaza, es conveniente buscar en una esquina un estrecho y lóbrego pasadizo en el que feneció el marido de Doña Urraca, Alfonso I.
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