lunes, 28 de diciembre de 2009

" VENCERÉIS PERO NO CONVENCERÉIS"


FUENTE: César-Javier Palacios del blog CRÓNICA VERDE 27 de Diciembre de 2009

Era el último testigo vivo del vergonzante exilio de Miguel Unamuno a la isla canaria de Fuerteventura en 1924. O al menos así lo pensaban muchos vecinos. Y lo acaban de talar.
De nada le ha valido el respeto y hasta la admiración que muchos sentíamos por este venerable superviviente, curtido en mil batallas urbanísticas. Cuando el bello
especiero (Schinus molle) conoció al querido rector de Salamanca todo esto era campo abierto. Daba sombra a la última casa camino de la playa, en un destartalado caserío que por entonces se llamaba Puerto Cabras, rebautizado en 1956 como Puerto del Rosario por eso del marketing.
Por aquí bajaba todos los días Unamuno para bañarse desnudo en Playa Blanca (fue precursor del nudismo en España), o para sentarse en un peñasco frente al océano, donde pidió que le enterraran si moría en Fuerteventura. Ya no queda esa piedra, ni el árbol, como tampoco la gran finca agrícola de Diego Miller, el inglés, donde gustaba el escritor de detenerse para ver los camellos y charlar con sus cuidadores.
Pobre árbol, aromático, resistente, extranjero (es originario del Perú), viejo. No le dieron ni el privilegio de morir como mueren los árboles, abatidos por la afilada hoja del hacha. Murió vilmente, arrancado sin compasión por una excavadora, como quien arranca una mala hierba.
Ahora vendrá nuestro alcalde a decirnos que plantará otro o quizá un centenar. No es lo mismo señor político. Las vidas no se pueden intercambiar como mercancías.

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