miércoles, 30 de junio de 2010

POR LOS CAMINOS DEL "CHICO DE LAS PLANTAS"









“Lo que tiene inercia es difícil de parar. Lo que tiene estabilidad es difícil de tumbar y lo que tiene calidad y verdad es un argumento eterno. El secreto está en empujar y hacer fuerza”.
L.F. Esplá

Y en eso estamos. La “simbiosis” perpetua que aúna a Txirpial y Arbava desde sus inicios es el la crónica visual que este viajero anota en su cuaderno de bitácora. Transcribo las impresiones tras caminar muchas leguas detrás de sus mocasines por las tierras burgalesas de Sedano, Pesquera de Ebro y Turzo. Sin olvidarnos, de la huella impronta custodiada en la caja de pandora personal tras la vista al observatorio de Rocamundo, en las lindes cántabras.






El Tobazo y sus sumideros abruptos, naturales y entrecortados centran nuestra atención al atardecer. De sus aguas espléndidas, yermas y fértiles en minerales brotan unas pequeñas plantas que dan vigor al paisaje. Lástima no haberlo visitado en la estación de las lluvias. Cuando el agua cobra fuerza y de sus aguas emanan suculentas cascadas y torrentes que en esta ocasión simplemente imaginamos.Apresurados por las viandas que nos tienen preparadas en el restaurante “la olma” de Polientes nos desplazamos raudos y veloces al encuentro del resto la familia nómada que esperan al jefe. Llama la curiosidad del viajero, el nombre de la casa de comidas. Y por un momento, retrocede en el tiempo, al contemplar una instantánea en blanco y negro colgada en una de las paredes del local. La vieja olma en todo su esplendor destella en la plaza del pueblo a la vera de la iglesia parroquial. Centra su mirada en ella y parece escuchar estas palabras que la sufrida olma le relata…



Que ingrata resulta con frecuencia la memoria. Con la de historias positivas, fructíferas, gratificantes y alentadoras que he propiciado a todos aquellos que me rodean. Acaso no os queréis acordar de quién fue vuestro primer testigo mudo del vínculo amoroso cobijados bajo un cielo de hojas primaveral; aquellas conversaciones sobre lo divino y lo humano que entablabais bajo la sombra de mi copa en una calurosa tarde de verano; el replicar de campanas grave y pertinaz convocando a los presentes a la misa vespertina de las siete durante el frío otoño; por no mencionar mi pose estoico, rígido y premeditado soportando las altas temperaturas invernales y el espesor de la nieve en mis brazos longevos, firmes y sólidos. Componiendo la más bella silueta de una postal gélida…


Anotadas estas reflexiones en su bloc de notas, el viajero regresa al presente y tan sólo veinticuatro horas después en Pesquera de Ebro se topa con otra instantánea: un viejo tronco, seco y encajonado por un muro de piedra que realza su figura en la parte delantera de la iglesia del pueblo. Y el viajero aposenta su cansado cuerpo en un banco próximo para contemplar el encuadre, mientras de la fina lluvia brotan a lo lejos unas curiosas palabras que tiñen la piel del caminante de cierta nostalgia…


Mi experiencia bicentenaria es mi mejor aval para dar fe y constancia de todos estos hechos. No os olvidéis que desde la posición privilegiada que ocupo, una escultura caricaturesca en la plazuela de cualquier pueblo tradicional, he sufrido también agresiones, a modo de hurto, de pequeños esquejes y ramas. Con posterioridad, mis retoños han brotado en cordeles, veredas, caminos y pedanías. En un intento obstinado de supervivencia y de no decir adiós ante la agónica dolencia que nos acosa: la grafiosis.

Estas sencillas reflexiones, ahora que mi figura se convierte en tronco de leña seca muy diferente a la intensa, áspera y oscura fronda de años precedentes, denotan mi estado de ánimo. Con el transcurrir del tiempo, sólo nos queda acogernos a los avances de la ciencia para que puedan luchar contra la enfermedad y preservar el recurso genético que nos queda.
Este pudiera ser mi testamento, aún sigo siendo el centro de la vida y de los pueblos, el amigo, que cuando se muere se le echa de menos, como a un viejo compañero. Y tan sólo soy un simple olmo común (ulmus minor).


Revitalizado por lo que acaba de escuchar, se da un intervalo lacónico y recuerda haber fotografiado otra especie diferente de olmo en el trayecto sabatino: el ulmus glabra propio de estas latitudes.



Aprovecha este instante para ir repasando y ordenando en su manoseado cuaderno de notas las anotaciones oportunas. Como la presencia de la anancamptis pyramidalis ha sido omnipresente durante toda la jornada.

También como el “lazarillo de las plantas” soportaba amablemente los continuos interrogatorios de los villanos que le acompañan, sin abandonar su enigmática media sonrisa y sin soslayar cualquier cuestión que le demandaban. Como muestra, este pequeño botón a modo de fotografía que destaca la complicidad entre maestro y alumna.

Para no romper el encanto veraniego surge un canto fresco que se oye en la lejanía de las copas del hayedo: el pinzón alerta de la presencia de extraños por sus dominios; la belladona irrumpe con su presencia en la derecha del camino.


Ante tanto sobresalto, vigilados de cerca por la flor de los reyes que se asoma timoratamente sin mostrar sus vergüenzas en todo su esplendor.
Nuestros tres mosqueteros particulares se pliegan a sus exigencias seducidos por sus propiedades adoptando una pose impostada ante la repentina lluvia que se avecina.



Pero por arte de magia y por los poderes que la madre naturaleza le ha obsequiado, nuestro prestidigitador particular, parapetado en su garrocha mágica apenas transcurridos un centenar pasos se transforma en un ciervo de la madera.



Con su paso cansino y corto desplaza al resto de acompañantes ante las proximidades de un antiguo yacimiento minero. Los más interesados se arremolinan en torno al experimentado “chico de las plantas” para profundizar sobre la materia.
Antes de entrar en un angosto desfiladero, tupido por un bosque mixto, una mariposa liba tranquilamente ajena a las cámaras de fotos que inmortalizan ese momento.




Con anterioridad, en la turbera nos habían contado que existían unas florecillas que colonizan estos ecosistemas y poseen una especie de estómagos abiertos. Destacan poderosamente por tratarse de especies carnívoras.




Ahora, es el nuestro quién empieza a delatarnos, con el rugir de sus tripas, haciéndose necesaria la oportuna parada para rellenarlo de caldos y todo tipo de productos gastronómicos, cobijados por la sombra de las hayas y el susurro del arroyo que nos acompaña en nuestro buen yantar.
Saciados nuestros cuerpos proseguimos camino adentrándonos en el curso del arroyo, ahora seco y sin caudal alguno, en busca de curiosos ejemplares de: taxus baccata jóvenes en edad y pequeño porte; prunus mahaleb con cierta vigorosidad y consistencia que no vimos entre tanta sabrosa cubierta vegetal; tilo platicido y tilo cordata en apenas un metro de espacio. Además de otras peculiares especies arbóreas que obnubilaban nuestro tránsito.Retomamos la senda que nunca debimos de abandonar para encontrarnos con la sabina mora que ansiábamos retratar.


Tomando la carretera que conducía a nuestro destino, Pesquera de Ebro, el viajero se detiene para interpretar el paisaje que le ofrece el horizonte. Una masa de chopos en la lejanía, vislumbran en ambas márgenes el curso del río Ebro, rodeados de prados de pasto y distintas especies de árboles, apreciando los distintos estratos arbustivos y las oquedades en las rocas que circundan el valle.


Allá, en la lejanía la iglesia del pueblo marca el punto de llegada de los expedicionarios para saciar la sed. El día va cayendo.





Al día siguiente nos encaminamos en dirección a Turzo. Donde nuestras verdaderas velas, que iluminaron nuestro camino fueron la Orchis coriofora que se mostraba con todo encanto al comienzo de nuestro tranquilo paseo matinal.



Junto con la plantanthera bifolia de la jornada anterior, tan pequeñita ella que contrasta con el detalle de la fotografía, engañando en demasía a los profanos de la materia. Además de ciertas flores endémicas que arropan el GR 99 del camino del Ebro.



Despertamos de este sueño de verano, nos bajamos de las nebulosas celestes, de la luna llena del fin de semana y de los anillos de Saturno, para que esta alegoría resplandezca en el universo de cada uno.




P.D: Vimos muchas más especies, pero todo no es conveniente detallarlo, es mejor que vengais y lo conteis. Un último apunte horneado a ultísima hora por nuestro excepcional guía que dice:
Y otra cosa más, hay al menos cinco o seis orquídeas presentes en la zona incluidas en el catálgo de flora protegida y de las que vimos tres de ellas, Ophrys insectifera, Gymnadenia odoratissima y Epipactis palustris; también vimos otras especies incluidas en el catálogo, como Allium molly, Atropa belladona, Taxus baccata, Petrocoptis pyrenaica o Ruscus aculeatus (este último solo como regulación de su posible aprovechamiento)
Esperamos impacientes vuestros comentarios.

3 comentarios:

Pedro dijo...

Chico de las hierbas, oyes. Me reitero. Saludos de Pedro

David Arribas dijo...

Si señor, yo diría "el doctor de las plantas".

David

Pedro dijo...

Que buenas las fotos del maestro con su tierna expresión semioculta y la discípula tomando notas.
Y anda que la del padre de la cacha y sus acolitas... Bravo!