lunes, 10 de octubre de 2011

POR LA TIERRA DE PINARES

El día amaneció lluvioso. Los vaticinios metereológicos aguraban un tiempo estable que no iba arruinar las intenciones del grupo de expedicionarios. Caminar, observar, divulgar e investigar el curso del río Cega entre el Puente del Molino y el Puente Segoviano era el objetivo. Apenas 18 km. de trayecto con muy buenos informadores y conocedores del recorrido. Una buena jornada para poner en práctica aquello que dice así: "Cada cual tenía que enriquecer al grupo y el grupo a cada cual".  Santos y Javi imponen su ritmo endiablado, timoratos de que la lluvia nos amargue el trayecto.  A primera vista el alnus incana y el glutinosa se nos muestran juntitos, salpicados por las motas de agua matinal, circundando un salto de agua que apresa al río.
Caminamos a paso ligero, subiendo y bajando por continuos repechos que en un primer tramo escoltan duras paredes de granito. Los pies empiezan a sumergirse en la blanquecina tierra que abunda en estos parajes segovianos.Mientras tanto serpenteamos como anfibios terrestres que somos el curso del río, que se nos muestra con poco caudal. Su vegetación asociada la conteplamos a vuela pluma, para no perder el paso de los que van en cabeza.

Abandonamos el tramo del río por un momento y desde una loma contemplamos el paisaje que nos rodea: inmensos pinus silvestris y nigra ocupan el terreno llenandolo de un verdor intenso y un aroma característico.


Descendemos raudos y veloces como galgos que transitan ansiosos en busca de su presa. Es cuando nos encontramos con unos centellantes y carnososos frutos de prunus spinosa. Aún inmaduros, pero de un porte y un colorido llamativo que por un momento rompe el ritmo constante de los que iban en cabeza. ¿Qué rico jugo proporcionan para conversar bajo el manto de las estrellas en las noches de estío?
¡Lástima no haberlas cosechado!
Para los profanos en estos terrenos nos llamó poderosamente la atención las escobas de bruja o taberneras que colgaban de los pinos. No eran muchas pero si había en algunos, con independencia de su tamaño y porte del árbol. La segunda acepción de las mismas viene dada por el saber de la cultura tradicional, se las denominaba de esta manera por que se colgaban en las tabernas cuando se hacía el vino nuevo, es decir, el del año o cosechero.
Dada la abundancia de vegetación específica del terreno y de las especies en particular que forman parte del estudio que se llevaba acabo, un pequeño alto en el camino muestra a Jaime y Emilio cortejando y contrastando datos ante la ante mirada de Pedro, que no pierde detalle para anotarlo en su wikipedia particular.

Reagrupados todos los expedicionarios llega la hora de inmortalizar por parte de los allí presentes a este individuo de la familia de los cerambyx. Seco, moribundo y tieso aguanta con  rigor y aplomo el reportaje fotográfico del que es protagonista involuntario.
Otro de los parásitos que no se escondió y se mostró en todo su esplendor fue el muérdago. Esa planta por la que muchos en el Norte tienen cierta fijación en recolectar para que les proteja y les de buena suerte en el devenir del año. Olvidándose con frecuencia, de se trata de una especie protegida y está prohibido su recolecta.
Era muy común observar a lo largo del trayecto por la tierra de pinares los recipientes en forma de tiesto empleados para obtener  la resina del pinus. En esta imagen se puede contemplar como se han colado diversos inquilinos que han quedado fosilizados, petrificados bajo el líquído viscoso.

El porte, la altura, la dureza de su corteza,  realzaba la figura de los pinos. También encontramos algunos tronchados, muertos, que siguen cumpliendo una función dentro del ecosistema bosque. Pero el de la fotografía se asemeja a un enorme escultura en forma de tirachinas,  detiragomas predispuesto a proteger a sus semejantes.

Los frutos caídos de los pinus mostraban su elegante formato, resplandecientes y vigorosos esperando a un duditativo recolector que le proporcionara un segundo uso. Como combustible calorífico para las frías noches invernales  en la chimenea de su morada, por ejemplo.
Otra de las especies que ibamos buscando y encontramos fue el sorbus torminalis majestuoso y con sus frutos atractivos resultando presa fácil para las aves. Del sorbus aría también dimos buena cuenta de su presencia en algunos puntos del recorrido. 
Sobre las seis y media de la tarde concluyó nuestra aventura, cumpliendo con el horario preestablecido por los organizadores. La aventura tuvo un epílogo en una bodega de Lastras de Cuellar, pero de lo allí acontecido sólo pueden dar buena cuenta quiénes alli se reunieron.

4 comentarios:

David Arribas dijo...

Vaya ahora que llegaba lo mejor con la noche que se pasó en la bodega...je, je.

Pedro dijo...

Estupendo que se pierda el miedo a darle a la tecla! A veces dice más una palabra justa que mil imágenes. Y qué palabras se dirían en el cobijo de la bodega aspirando los vapores de Baco?

Pedro dijo...

Estupendo que se pierda el miedo a darle a la tecla! A veces dice más una palabra justa que mil imágenes. Y qué palabras se dirían en el cobijo de la bodega aspirando los vapores de Baco?

Repoblación Autóctona dijo...

Muy bueno el reportaje por tierras segovianas, ¿no distes con los abedules?

Te dejo un enlace que quiza te pueda interesar:

http://repoblacionautoctona.mforos.com/