sábado, 19 de febrero de 2011

LA SABIDURÍA


Del Blog TIERRA por Joaquín Araujo el 17 de febrero de 2011


Ando plantando estos días los mil árboles que cada año pongo a crecer, para que crezca, entre otras muchas cosas, la transparencia. Se trata, por supuesto, de una gota de agua que cae en los océanos de la opacidad creciente. Algo que podemos calificar de insignificante, desde el momento en que cada año este planeta pierde unos cinco mil millones de árboles adultos y solo plantamos, entre todos, unos dos mil millones. Pero no puedo por menos que acordarme de Rainer María Rilke que unió su crecimiento al de los árboles. Por tanto, mientras disminuye la calidad de los aires, todavía y abrumadoramente, que al menos no mengüe la búsqueda de coherencia personal por intentar que no sea así. Sin descartar que cada uno de esos brinzales, alegran y alegrarán mi mirada; darán sombra, comida y algunas esperanzas a los descendientes.

Entre los mil nuevos alcornoques, melojos, quejigos y castaños que ya son parte de mi paisaje, 86 están dedicados a José Saramago, otros 83 a José Antonio Labordeta y 60 al comisario José Manuel Sánchez. Tantos como años vivieron. Los dos últimos compañeros de uno de los programas de radio que tengo la fortuna de hacer: “No es un día cualquiera”, dirigido por Pepa Fernández.

Este tipo de homenaje tiene, además de la lógica interna que ya mencioné hace un año, cuando perdimos a Miguel Delibes, el hecho de que podría ser uno de los instrumentos para combatir la peor enfermedad: la del olvido. Porque, como los gigantes vegetales siempre consiguen más duración que nosotros, podemos estar seguros que nos sobrevivirán y que hasta que nos toque la desaparición individual nos recordarán los nombres de aquellos que se fueron. Pero no menos en qué consiste la verdadera sabiduría.

De hecho, la definición de la misma que hizo Saramago es lo que me ha provocado la necesidad de comenzar por lo de plantar árboles en su memoria. Porque el escritor portugués alcanzó un notable acierto al equiparar ese anhelo humano, tan pocas veces alcanzado, con los propósitos del pensamiento ecológico y con la tarea de los árboles. En concreto su aforística consideración es la siguiente. “la sabiduría consiste, en el fondo, en tener una relación pacífica con lo que está fuera de nosotros, con la Naturaleza”. Si sumamos que los árboles además se meten dentro, de cada uno y a cada instante, con el aire que respiramos y que ellos han regenerado cargándolo de oxígeno; ¿cómo no tener todavía más compasión por ellos y por el resto de lo viviente? ¿Cómo considerar que somos más sabios si cada día hay menos seres vivos en este planeta?

Es más, resulta difícil no acordarse de que esos mismos árboles y bosques tienen los encuentros menos violentos con todo lo demás de cuantos se dan en el mundo. Las arboledas, en efecto, son bellas, lentas, altas, hospitalarias y, por si todo ello fuera poco, apenas se quedan para ellas mismas sus propios logros.

Poco o nada tan sabios como Saramago y los bosques.

Poco o nada tan torpe como considerar que algo está completo si faltan los árboles.

Poco o nada tan urgente como sembrar transparencia.

GRACIAS Y QUE LA VIDA OS ATALANTE.

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